MÉDICA DE PUEBLO, MÉDICA PARA TODO
<Gracia
Serrano> |
Gracia
Serrano |
Soy médica
de atención primaria en un pueblo de la Sierra de Huelva.
Trabajo en un consultorio junto con un compañero médico
y otro enfermero, careciendo de personal administrativo, celador
/a o auxiliares de enfermería.
En mi consulta
no hay listas de espera; atiendo a toda persona que entra por la
puerta a lo largo de mi jornada laboral, aunque haya estado el día
y la noche anterior de guardia. Intento dar una buena acogida con
un trato agradable y un espacio cálido, conseguido por el
orden y las propias aportaciones de los pacientes:plantas, objetos
artesanales lugareños, fotos de los niños/as y ancianos/as
del pueblo y algún que otro cartel ilustrativo de educación
para la salud.
En la sala
de espera se pueden adquirir conocimientos sobre estilos de vida
saludables (desde recetas de cocina hasta consejos sobre auto cuidado,
lactancia natural, relaciones interpersonales o educación
para la paz), información de talleres, excursiones...etc.
En la cartera de servicios del Servicio Andaluz de Salud se oferta:seguimiento
de salud infantil, educación maternal y educación
sexual a jóvenes, embarazo, ”climaterio”, atención
a inmovilizados, ancianos y pacientes terminales a domicilio, programa
de crónicos (diabetes, hipertensos...) y un largo etc que,
en mi práctica, se entremezclan y amplifican con otras prestaciones,
que no constan en ningún papel y por las que no se me evalúa
ni me pagan.
En muchas ocasiones,
detrás de un síntoma o una queja se esconde un problema
(malos tratos, baja autoestima, situaciones de precariedad laboral
o paro, conflictos con la pareja...etc) que salen a la luz después
de exploraciones minuciosas, pruebas complementarias y sobre todo
tras muchas horas de escucha atenta.
Igual tengo
que asistir a un niño como lo haría una pediatra en
un centro de salud que a un anciano, a una embarazada, a un esquizofrénico,
suturar una herida porque en ese momento no esta el enfermero, hacer
una exploración ginecológica a una mujer, aunque no
sea de mi cupo, porque prefiere una médica y conoce mi disponibilidad
en este tipo de demandas, prescribir una píldora postcoital
a una adolescente de otro pueblo o dejarlo todo y marcharme con
un/una paciente grave al hospital más cercano (unas dos horas
ida y vuelta) por una carretera repleta de curvas.
Transcurre
el día, una usuaria/o tras otra/o hasta 40-50 personas. Últimamente
también se nos acumula la consulta del pueblo vecino porque
al médico lo mandan a prestar otro servicio o porque en caso
de vacaciones, asuntos propios o bajas laborales nos cubrimos los
unos a los otros. En estos casos, siendo esta una zona de turismo
rural (en épocas estivales la población casi se duplica),
hay que estar muy bien de salud para atender adecuadamente a 80-100
personas y no morir en el intento.
Pero, no toda
mi actividad se limita a esta jornada desenfrenada. Un día
a la semana, y por voluntad propia, paso la consulta de planificación
familiar en el Centro de Salud: de 12-15 mujeres y/o parejas, citadas
previamente, y adolescentes, en su mayoría chicas, a las
que atiendo sin ningún requisito previo. Celadores, personal
administrativo, auxiliares, un ecógrafo magnífico,
y sobre todo tiempo para escuchar, explicar, explorar y orientar.
¡Es mi día feliz!
Fuera de mi
horario laboral, he trabajado con grupos de jóvenes en talleres
de educación sexual, en otros sobre alimentación con
niños/as y, aparte, con sus padres (frecuentemente sólo
vienen las madres), tengo contactos periódicos con la asociación
de fibromialgia de la zona como orientadora y, si surge una demanda
por parte de las catequistas cristianas, televisión local
o radio, asociación de mujeres u otros grupos ciudadanos
para informar sobre temas de educación para la salud no suelo
negarme, si dispongo de tiempo.
Con tantos
y variados asuntos en los que me desenvuelvo he tenido y tengo que
formarme continuamente. La adquisición de conocimientos y
habilidades requieren, a veces, un enorme esfuerzo tanto personal
como económico viviendo tan lejos de la capital. ¡Juro
por todas las diosas que he recorrido miles de kilómetros
para ponerme al día con las nuevas tecnologías que
manejo!
Siendo la medicina
primaria la puerta de entrada del sistema sanitario y lo más
cercano al ciudadano de a pie, considero que el trabajo que realizamos
tiene una enorme repercusión. Creo que, lo que es en el mundo
rural, todavía somos un valor de referencia, influimos en
los hábitos de las personas, escuchamos y compartimos con
ellas sus pesares y alegrías. En particular, las médicas
estamos dignificando esta profesión, humanizándola,
porque estamos muy capacitadas, como mujeres que somos, para empatizar
con la mayoría de los y sobre todo las pacientes que tratamos.
Sabemos lo que es un embarazo y parir, conocemos al dedillo lo que
es el trabajo doméstico y la doble jornada, nos duelen los
ovarios cuando maltratan a una mujer o a un niño, entendemos
la angustia de una madre con un niño enfermo o el cansancio
de una hija, nuera o vecina al cargo de un anciano con Alzeimer.
Por mi parte,
gracias a la complicidad, el acercamiento y el reconocimiento que
la mayor parte de estas gentes me manifiestan, y el saber que hay
muchas otras médicas haciendo lo mismo que yo, que mi esfuerzo
no es una gota en el mar, aunque acabe cansada cada noche, me digo
que, “he encontrado un lugar en el mundo ”.
Gracia
Serrano
Médica de atención primaria
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